Mi Padre (Feliz Día de los Padres)

Mi Padre (Feliz Día de los Padres)

Desde niño tuve como líder a mi padre y crecí bajo esa fuerte influencia e inspiración, que él cultivaba en mí sin necesidad de grandes discursos ni sermones y hasta, tal vez, sin proponérselo. De él viene la materia moral de la que estoy hecho y están hechos también mis hermanos. Mis más grandes lecciones las aprendí viéndole actuar, observándole caminar por la vida y yo detrás de él.

Mi papá fue un hombre muy duro de carácter, radical, podría decirse, en sus valores, en sus principios y en su limitada concepción de la vida, mediada, lógicamente, por el estadio de desarrollo en el que a él le tocó vivir, caracterizado por la prevalencia de privaciones, más que económicas, sociales, educativas y culturales. Él perdió a su padre a los 13 años y a esa edad, junto a su hermano de 14, tuvieron que encargarse de su madre, de sus hermanas, de la familia, y formaron más tarde las suyas propias, teniendo que asumir responsabilidades y trabajar muy duro desde temprano. Mi padre, por ello, asignaba al trabajo un valor inconmensurable.

Papá era un hombre elegante, esbelto, de bien cuidados bigotes y patillas, que iba siempre bien vestido y mejor puesto. Él acostumbraba andar arregladito, con buen atuendo y bien planchado, con zapatos lustrados y en su cabeza un elegante sombrero.

Era un galán Papá, de hecho, murió siéndolo. Le encantaba cortejar, ser agradable y encantador con las mujeres, a las que solía tomar de las manos y decirles dulces palabras, sin que faltara alguna que recibiera de él la declamación de algunos versos.

Agricultor y pequeño comerciante, conjuntamente con mi madre; pero no como asociados, sino en un solo negocio, que no era propiedad individual de ninguno, sino de la familia; él se ocupó siempre de que nada nos faltase, excepto lo que el contexto nos impedía tener o disfrutar.

Me enseñó a trabajar desde temprana edad, asumiendo responsabilidades con la agricultura y con los animales, entre otras, que nos exigía cumplir rigurosamente, a tiempo y de forma correcta. Pero igual nos envió temprano a la escuela y garantizaba que nunca faltásemos a clases.

Mi padre fue un líder en su comunidad, respetado, escuchado, querido; un eficaz solucionador de conflictos en el seno de las familias y también comunitarios. Y sabía ser buen amigo.

Amó a mi madre, a mis hermanos y a mí sin límites, y sin límites también era de recto, no toleraba fallas, y con una sola mirada nos frisaba a todos.

Inteligente, con memoria de esponja y caballero; pero se creía un poco juez; criticaba autoridades, hasta a presidentes, descartaba familias completas sólo por el apellido y hasta sus últimos días jamás delegó su rol de jefe de sus hijos, de su familia; de hecho, en la víspera de su repentina y triste partida hablamos por teléfono durante 35 minutos, la mayoría de los cuales transcurrieron dándome instrucciones, incluyendo recomendaciones políticas para mí y para mi hermano Julito, que yo escuché, como siempre, con atención y respeto, hasta aquellas que no compartía. Porque yo no quería derrochar el tiempo de nuestras conversaciones contradiciéndole y porque, además, resultaría inútil, ya que él se aferraba como hiedra a sus ideas, a sus pensamientos, a sus criterios.

Ese fue mi padre, cuyo retrato miro cada día, con infinito amor y admiración, con agradecimiento y solemne respeto.

Él fue mi primer y principal líder, un líder trascendente en el marco de su contexto, mi inolvidable padre Benjamín Fulcar.  

Gracias, Papá!

Feliz día para todos los buenos Padres!

 Julio 28 de 2024.-

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